Nunca hasta este año había habido semejante carrera en la industria de la moda hacia la sostenibilidad. Es verdad que, desde hace algunas temporadas, cada vez más diseñadores reclamaban otra manera de hacer las cosas. Alessandro Michele, la recién nombrada directora creativa de Chloé, Gabriela Hearst, Marine Serre o Giorgio Armani, entre otros, son algunos de los nombres que apostaban por buscar otras formas de producción, mucho más respetuosas con el medio ambiente y con los trabajadores.
Además, en el universo de las marcas más pequeñas e independientes, existe una escena imparable que aboga por el Made to Order, las piezas por encargo y las que perduran más allá de un par de temporadas. Con todo esto, el slow fashion vive un momento dulce y estas son las 10 claves para entenderlo. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»]
¿Qué es el slow fashion?
El slow fashion es una filosofía integral que abarca desde la producción a la comercialización y los hábitos de compra del consumidor. En general, se trata de emplear métodos mucho más respetuosos con el planeta, pero también lleva implícito un compromiso social.
La base del slow fashion son los materiales
Es decir, la naturaleza de los tejidos que se emplean para fabricar una determinada prenda. Lo cierto es que es un universo que entraña una alta complejidad. En primer lugar porque no todos los materiales naturales son sostenibles –por ejemplo, para producir algodón orgánico se requiere una enorme cantidad de agua y extensísimos terrenos cultivables– y, en segundo lugar, porque comprobarlo no siempre es posible.
El upcycling como religión
Martin Margiela lo intentó en los 90, pero es ahora –al límite– cuando las marcas y los diseñadores se empiezan a plantear seriamente la producción de colecciones a partir de materiales ya existentes. La firma Paradis Perdus, por ejemplo, solo fabrican sus prendas con este tipo de materiales y aseguran que “con los materiales que ya existen podríamos fabricar ropa para, al menos una década”.
Desde hace algunas temporadas, cada vez más diseñadores reclaman otra manera de hacer las cosas. Alessandro Michele, Gabriela Hearst, Marine Serre o Giorgio Armani, entre otros, son algunos de los nombres que apuestan por buscar otras formas de producción, mucho más respetuosas con el medio ambiente y con los trabajadores.
El valor de la Generación Z
Al contrario de los Millennials, que durante el confinamiento emplearon gran parte de su tiempo en hornear o en chatear, la Generación Z cogió, por primera vez, la aguja de coser. A los nacidos en el nuevo milenio poco les importa el valor de las grandes marcas que se dirigen a todo el mundo, buscan cosas únicas y están empezando a dar la espalda a la homogeneidad imperante.
Ser sostenible, es cool
Cada vez más etiquetas jóvenes –muchas de ellas danesas–, y con puntos de vista estéticos muy definidos, apuestan por fórmulas sostenibles. No solo por una mayor implicación con la salud del planeta, sino porque también les permite ahorrar costes al evitar los excedentes de producción.
El alquiler frente a la compra
Esta modalidad ha propiciado la posibilidad de renovar nuestro armario sin perjuicio para el medio ambiente… y para nuestra salud financiera. Alquilando podemos acceder a piezas que, de otra manera, estarían fuera de nuestro alcance y, además, ahorramos espacio en nuestros armarios y en nuestras casas. Cada vez surgen nuevas plataformas en las que hacerse (casi) con cualquier prenda que desees.
El poder de los básicos
No descubrimos nada nuevo al asegurar que un fondo de básicos es imprescindible en tu armario para facilitar tu día a día. Pero los básicos no solamente poseen esta ventaja. Su capacidad para perdurar por encima de las modas y de las temporadas está más que confirmada con lo que, apostar por este tipo de prendas te permite componer looks que funcionen mucho más allá de unos meses, con el consiguiente beneficio para el planeta.
Comprar con cabeza
Frente a la impulsividad de la compra que exige la moda rápida –renovación de prendas y colecciones cada semana, precios bajos, accesibilidad…–, el slow fashion defiende un proceso de compra reflexivo y meditado. Realmente ¿necesitamos todo lo que tenemos para vivir (bien)?
La sostenibilidad no puede ser una tendencia
Es un paso necesario para prolongar la salud de nuestro planeta y reconciliarnos con la naturaleza, pero también para crear un entorno más amable para las generaciones actuales y futuras.
La investigación como mantra
Una marca sostenible no se crea de la noche a la mañana. Detrás de etiquetas como la española RRROAD o la neoyorquina Paradis Perdus, hay muchas horas de investigación y análisis. ¿Los objetivos? Encontrar cada vez más tejidos que contengan el mayor número de fibras recicladas posibles.
Transparencia, transparencia, transparencia
No siempre es fácil saber si una prenda en cuestión es 100% sostenible. Descifrar las etiquetas no siempre es tarea sencilla porque un jersey puede estar confeccionado con algodón orgánico, pero desconocemos las veces que esa prenda ha viajado en avión o la cantidad de terreno virgen ha tenido que ser transformado en terreno cultivable para producir el algodón. Las marcas han de esforzarse por informar al consumidor de la manera más clara y transparente posible.
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Fotos: Cortesía de Stella McCartney.