[vc_row][vc_column][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»][/vc_column_text][gem_divider margin_top=»30″][/vc_column][/vc_row][vc_row css=».vc_custom_1561553716331{padding-bottom: 60px !important;}»][vc_column width=»1/2″][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»]Transformación digital, ecommerce, sostenibilidad… son, probablemente, los términos más escuchados durante los últimos meses, sobre todo desde que el coronavirus llegara a nuestras vidas para poner patas arriba todo lo que hasta ahora creíamos conocer sobre moda. Pero en 2007, cuando Livia Firth fundó la consultora medioambiental Eco-age y de la iniciativa Green Carpet Challenge, la palabra sostenibilidad no era una palabra de moda.
Antes de que llegara la crisis financiera de 2008, las compañías del retail vivían un momento dulce. La mayoría de los clientes compraba sin reflexionar demasiado en el impacto que ese ritmo vertiginoso de consumo provocaba, no solo en sus bolsillos, sino también en los recursos del planeta. Eran buenos tiempos para la industria de lujo y para la publicidad, que manejaban cifras de muchos ceros para tratar de llegar (aún más) al cliente objetivo. Pero esos eran otros tiempos. La crisis de 2008 llegó para resquebrajar las bases de un modelo económico que hacía aguas desde hacía tiempo y, con él, las empresas de moda –junto con muchas otros sectores–, tuvieron que recapacitar sobre su sistema productivo. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»]A partir de entonces, y a medida que las aguas regresaron a su cauce, muchas compañías de moda empezaron a ser conscientes de que si querían que su negocio sobreviviese al menos diez años tendrían que empezar a pensar de manera sostenible. En 2013 Fitrth fundó, junto con otras activistas como Carry Somers y Orsola de Castro, el grupo de acción Fashion Revolution, en respuesta al derrumbe de la fábrica del Rana Plaza, que se cobró la vida de más de mil trabajadores textiles en Bangladesh. La industria de la moda comenzó a ser consciente de los múltiples desafíos a los que tendría que enfrentarse para asegurar la viabilidad del negocio a largo plazo.
La pandemia del coronavirus no ha hecho sino poner en evidencia esos desafíos. Desde el momento en el medio mundo tuvo que ponerse en pausa, a mediados del mes de marzo pasado, muchas marcas luchan por mantenerse a flote y muchos trabajadores textiles han perdido sus trabajos dentro de las cadenas de suministros.
Durante estos últimos meses, hemos asistido a un cambio de rumbo inesperado en nuestras vidas. Todo lo que creíamos saber se desmoronaba mientras el planeta entero hacía frente a un enemigo invisible y, hasta ahora, desconocido en occidente. De repente el consumo se paralizó por completo y el orden de prioridades cambió radicalmente. La necesidad de pasar largas horas a cubierto y la escasa (o nula) vida social transformó, sin quererlo, nuestros hábitos de consumo y por primera vez fuimos conscientes de que, en realidad, somos capaces de vivir con muchas menos cosas de las que creíamos necesitar. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row full_width=»stretch_row_content» equal_height=»yes»][vc_column width=»1/2″ css=».vc_custom_1600425324030{background-image: url(https://adictic.com/wp-content/uploads/2020/09/int_1-6.jpg?id=3386) !important;background-position: center !important;background-repeat: no-repeat !important;background-size: cover !important;}»][gem_divider margin_top=»400″][/vc_column][vc_column width=»1/2″ disable_custom_paddings_mobile=»true» css=».vc_custom_1561556193635{padding-top: 50px !important;padding-right: 80px !important;padding-bottom: 50px !important;padding-left: 80px !important;background-color: #000000 !important;}»][vc_row_inner][vc_column_inner offset=»vc_hidden-xs»][gem_divider margin_top=»130″][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»]
Desde el momento en el medio mundo tuvo que ponerse en pausa, a mediados del mes de marzo pasado, muchas marcas luchan por mantenerse a flote y muchos trabajadores textiles han perdido sus trabajos dentro de las cadenas de suministros.
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A las puertas de 2020, la industria textil se enfrenta a un desafío sin precedentes. Ya no solo por las medidas de distancia social y aforo que la Covid-19 ha obligado a adoptar en los espacios físicos, sino porque la pandemia está construyendo un consumidor más consciente, que necesita información sobre los artículos en los que se gasta su dinero y sobre su proceso de producción.
En este sentido, muchas grandes cadenas como Inditex han ido implementando sus políticas medioambientales destinadas a, por ejemplo, disminuir la producción e incrementar el número de prendas fabricadas a partir de materiales reciclados y algodón orgánico. Pero no ha sido solamente la compañía gallega la que ha querido dar un do pecho en materia de sostenibilidad. Hace algunas semanas, la etiqueta sueca COS, propiedad del grupo H&M, anunciaba que el mes que viene pondría en marcha una iniciativa: Re sell, una sección en la que estarán disponibles piezas de sus temporadas anteriores y en el que el papel de la marca será de intermediaria. El proceso consistirá en lo siguiente: el usuario venderá a COS la prenda en cuestión y esta lo revenderá, quedándose solamente con el 10% del beneficio final. Por su parte, H&M lleva años tratando de fomentar la economía circular en sus sistemas de producción y tiene como meta el 2030 para que todas sus materias primas provengan de fuentes reutilizadas. En este sentido, la marca californiana Patagonia lleva años revendiendo sus propias prendas y fomentando el consumo responsable. Además, el hecho de que sus artículos puedan seguir usándose años después produce la sensación de perdurabilidad en el cliente. Esta iniciativa se da de bruces con el modelo de negocio que, hasta ahora, estaba instalado en las multinacionales de moda y en el Fast fashion y cuyo objetivo era producir novedades constantemente. [/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text css_animation=»bottom-to-top»]A una escala mucho menor, cada vez son más las pequeñas empresas familiares que forman parte del grupo emergente del Made to order. Es decir, firmas que solamente producen lo que venden y, por eso, no tienen excedentes. No hace falta señalar los beneficios que este sistema genera en el medio ambiente –menor cantidad de residuos, disminución de los niveles de contaminación…–. Pero no solo es el planeta el que lo agradece. Llevar una prenda que ha sido fabricada solamente para ti produce sensación de exclusividad y de pertenencia en el cliente, que siente que realmente merece la pena pagar un poco más por esto.
Los informes publicados apuntan todos en la misma dirección, las compañías que sean capaces de implementar un modelo de negocio circular y sostenible serán los líderes de la industria que resurja tras la pandemia. En este sentido, proteger el capital humano y los activos cruciales para sobrevivir a la crisis económica, resolver de manera satisfactoria los problemas urgentes de exceso de stock, integrar la sostenibilidad en las estrategias de recuperación y aumentar la transparencia y la comunicación con el consumidor, son algunas de los puntos con los que el sector retail tendrá que lidiar en la nueva realidad. Y no, no parece que haya vuelta atrás.
Fotos: Cortesía de Maison Cleo.
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